HISTORIA DE UNA MONJA
Historia real de una monja
Ella sabía de su destino y no lo quería cambiar. Pero los acontecimientos sobrevenidos le hicieron replantearse la situación.
Quería, se aferraba a la soledad de aquellos muros. Habían sido su cobijo su santuario su colchón y su abrigo durante años. Cuando llegó, aquello era un ir y venir de alegrías. La risa iluminaba sus rostros y solo al anochecer, en el ocaso del día un silencio iluminaba aquellos muros. Y era tan intenso aquel silencio que se reflejaba en las horas cálidas de los días cuando estaban por partir.
Cada día se parecía tanto al ayer y era tan diferente que aquellas mujeres se entregaban en sus plegarias como quien se entregara el deseo de amar.
Pero ahora ya, en la soledad de aquellos muros un halo de tristeza la persigue en su caminar.
¿por qué tuvieron que marcharse?
¿por qué se olvidaron de mí?
No entendía esos designios del Señor, no podía imaginarse el destino que estaba por venir en aquellos muros endiablados.
Cada mañana lo mismo, al amanecer salía en busca de algún rastro de alguien, pero NADA. Y tampoco se atrevía a alejarse de aquellos muros. El peligro podría ser inminente.
Ya hacía 2 años que viajaba en la soledad de aquellos muros y no terminaba de acostumbrarse. Recordaba el día de la desaparición. El día de los acontecimientos inesperados.
Ella había ido a las catacumbas en busca de un momento de silencio y oración dejando a sus compañeras con sus quehaceres diarios y al volver todo había desaparecido, no quedaba nadie, como si se hubieran volatilizado sus compañeras (eran casi 50)
Pensó quizás en algún ataque terrorista, pero no encontró ni un solo cuerpo ni un solo rastro de nada todo intacto
Tan solo quedaba el silencio y con él se acostumbró a vivir en ese idioma universal con el que acertamos a vivir/no vivir.
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