PUENTE DE PRIMAVERA
Allá lejos, en el cementerio de los ausentes
el sol repartía sus rayos por entre los ojivales,
y de un misterioso cristal cubría las sepulturas.
el sol repartía sus rayos por entre los ojivales,
y de un misterioso cristal cubría las sepulturas.
Refugio de la cuadrilla que entre murmullos llegaba
-con una humildad de trapo-
para sellar un pacto callado con los queridos ausentes.
La velada se alargaba
y en la fotografía solo cabían las manos.
Las miradas se inquietaban en la penumbra.
Y entre las piedras dormidas bajo un musgo verdín
un arroyo tras el muro susurraba:
“¡Acercaos hasta el puente, vestidlo de primavera
dejad que el río se lleve los nombres en la madrugada!”
EN LA MADRUGADA
En el cementerio de los ausentes
el sol, por el ojival,
iluminaba la sepultura
con misteriosos reflejos.
Refugio de vientos tribales
que entre suspiros llegaban
con una humildad de trapo
para sellar el gran pacto.
La velada se alargaba.
Las miradas se inquietaban.
En el crepúsculo,
la luna se estremecía.
Entre las piedras, un arroyo tras el muro susurraba:
“Acercaos hasta el puente, vestidlo de primavera
dejad que el río se lleve mi nombre en la madrugada.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario