TU, LA MAS IMPOSIBLE
A Yola
Como garra de puma es esta pena,
como sangre que cae a sobresaltos de
un adiós a otro adiós, como arena de vidrio entre los dientes.
Es la cuota definitiva de la soledad,
el saldo de la herencia. Voy a mirar atrás la parte que me dejas.
Voy a partir en dos nuestras
hogueras,
el palomar, los soles, las tormentas,
las quintas y los médanos.
Quiero partir en dos lo indivisible.
Pero entonces se desmorona el mundo,
se me desteje todo el universo.
Porque sólo eran míos y nada más que
míos
los rincones del miedo y las lentas
ortigas de la penitencia,
y apenas, ni siquiera.
Mío sólo es el luto.
Ahora soy yo sola para toda la pena.
y la casa se va, la casa insomne
que se levanta y anda entre las
ruinas se va yendo contigo.
El carruaje encantado, el carruaje de
risas, el carruaje de fiesta,
se bambolea, oscila,
cruje bajo la luna con sus preciosos
huesos:
se ha vestido esta vez de blanco
carromato de la muerte.
Tú estás diciendo adiós desde lo
alto;
saludas alejándote, como desde la
pista de algún circo perverso.
Tu prueba fue rodar magistralmente
por el tejado hasta la canaleta,
como en aquellas siestas, como en
ésta,
y si saltaras desde ayer hasta hoy,
si estuvieras cayendo todavía del
árbol al estanque
y surgieras de pronto coronada de
dueña del verdín para esta hora,
así como demora siglos en llegar la
luz de las estrellas?
Vertiginoso y lento también fue tu
esplendor
y así fue tu plumaje
-la tibia cabellera de la selva
desplegada en la ola-.
Nadie tuvo en los ojos tanto fulgor
de antorchas,
tantas chispas de luciérnagas ebrias
en la noche cerrada,
ni en la boca una risa tan semejante
a un vuelo en pleno mediodía.
Nadie tendrá después ese perfume de
ámbar y canela,
ese vaho que asciende al levantar las
piedras de nuestra propia tribu,
ese aliento de espuma que nos llega
de remotísimas orillas.
Bajo las mismas alas
el viento susurró en nuestros oídos
distintas melodías:
a ti te dictó el canto seductor de la
dicha en un jardín cautivo
y bordaste tu casa para una larga
fiesta, contra humaredas y tormentas,
porque tuyo era el hijo y tuya era la
trama del tapiz.
Tu ciencia fue trocar en prodigio
cada error
y convertir las culpas y las furias
en un grano de sal,
la inconstancia en un soplo y los
remordimientos en escombros.
Pintaste de colores brillantes los
fracasos
y pudiste cubrir tus retiradas con
huesos para perros y
jirones dorados.
¡Ah tu alquimia secreta para lograr
el filtro del olvido!
Conseguiste borrar las capitales de
la oscuridad, los ríos de los abismos.
Apenas si retenías un puñado de
perlas ganadas al destino.
tu museo cabía en la memoria de un
pájaro feliz.
No sé si recordabas el chirrido de la
roldana del aljibe
cuando el balde subía cargado de
regalos en las celebraciones infantiles.
A veces vuelvo a oír ese mismo sonido
destemplado
cuando el insomnio arroja su cubo de
agua amarga sobre mi rostro frío.
Pienso si aún recordarás que fuimos
ángeles, girasoles,
Julietas y hechizeras.
Ahora tú eres reina. Tú llegaste
primera,
y ahora soy poco más que mendiga en
el final de la carrera.
Tú ya lo sabes todo,
y hasta podrás mirar por dentro un
hormiguero, así como querías,
y acaso sea el mundo,
el mismo mundo de las emboscadas
donde algo jugó mal;
te atrapó a tientas alguna sombra
informe, la sustancia innombrable,
y estampó a sangre y fuego en tu
costado la mancha venenosa.
No pudiste cambiar el desenlace,
corregir el color de un cielo de
amenazas,
volver atrás las últimas puntadas del
prolijo tapiz.
Tú, la más imposible de los muertos.
Ahora vas en coche, vas en casa que
rueda por el blanco arenal,
y ya no puedo hablarte a través del
espejo, como siempre, como cuando cambiábamos sonrisas y secretos sólo con las
imágenes hermanas, sólo con los reflejos.
Pero debo decirte que a tus plantas
las abatió esa tarde una ráfaga helada
y tus pájaros sueltos aletean y
chocan contra la oscuridad.
No, no estoy escondida en un armario
ni juego a que me parten de nuevo el
corazón.
Estoy aquí para apagar las luces,
para cerrar las puertas,
cuando vuelva por mí la casa en que
te vas.